Historias
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¿Vacaciones locas?
La Navidad era una luz en el frío y oscuro aburrimiento del invierno. Limpiábamos, horneábamos y decorábamos, buscábamos los mejores regalos, los envolvíamos cuidadosamente y los escondíamos en nuestros escondites más secretos. La hermosa música de una vez al año, los olores de todas las galletas de Navidad que mi madre tenía listas para Nochebuena, la tranquilidad festiva del adviento... eran mi parte favorita del año.
Luego crecí y me mudé a ciudades grandes y abarrotadas donde el aire nunca se volvía fresco y crujiente. En tiempo de adviento, las calles se llenaban de turistas y de eslóganes comerciales y me costaba encontrar la paz festiva entre tanto ruido humano. Y sin embargo, desde que perdí la Navidad, añoro cada año esta ruidosa locura.
¿Cómo se pierde la Navidad? Fácilmente. A una le encanta explorar las culturas del mundo, se enamora de un hombre y se muda con él a tierras no cristianas, dejando atrás a toda su familia, amigos y Navidades.
Festivales de luces
En muchas, si no en la mayoría, de las culturas y religiones del hemisferio norte, hay una fiesta importante en torno al solsticio de invierno, el día más corto y oscuro del año. Los paganos celebran el Yule, el Hanukkah en el judaísmo y, por supuesto, el nacimiento de Jesús en el cristianismo. Son historias de luz, historias sobre el nacimiento de la esperanza en la continuación de la vida, justo cuando el sol comienza a regresar y nos devuelve la luz y la esperanza. Acompañadas de numerosos rituales y particularidades culturales, estas fiestas se graban profundamente en nuestras mentes, como pilares de certeza que se elevan altos y fuertes al final de cada año.
Por eso, cuando llega diciembre y mi pilar de certeza envuelto en un envoltorio mágico de Navidad no aparece por ninguna parte, es, sencillamente, triste. Por muchos villancicos que toque (y cante, para horror de mis vecinos), por mucho que mi casa huela a pan de jengibre, por mucho que llene nuestro pequeño lugar de Navidad, la magia se acaba en cuanto me voy.
Encendido y apagado
Querido lector, si las fiestas de este año te parecen un poco abrumadoras ahora mismo, déjame sugerirte algo. No pasa nada por bajar el volumen del mundo festivo, cerrar las persianas y crear nuestros propios rituales. Decore o no, compre o no, disfrute o no de los placeres sensoriales de las fiestas. Y si te quedas atrapado en la ruidosa sobrecarga navideña deseando tener un interruptor para hacerlo desaparecer, recuerda que hay una personita en un país lejano deseando tener ese interruptor exactamente por la razón contraria.
Todo es amable, todo es luminoso. En la oscuridad, tenemos la esperanza de que volverá a haber luz. ¡Felices y pacíficas fiestas a todos!